Persona y sociedad,
pues no se puede concebir que una persona no forme parte de una sociedad; por
lógica, no cabe pensar en una sociedad humana que no esté constituida por
personas. Podemos decir que la sociedad está en las raíces mismas del ser y del
obrar del hombre. La sociedad viene a ser como una de las manifestaciones
reales que tienen al hombre como causa adecuada y como origen y fundamento
natural. El hombre, por ser lo que es, constituye y crea, y funda el hecho social y realiza la sociedad; pero
aquí llega que la sociedad en su realidad concreta es capaz también de obrar
sobre el hombre, intentando modificar las estructuras fundamentales de la
persona humana.
Nunca podrá
la sociedad modificar o cambiar esencialmente a la persona humana, pero sí
puede alterar el comportamiento de la persona y modificar algunas de sus estructuras. La sociedad ideal y la sociedad
real son creación del hombre, manifestación de las actividades naturales del
hombre; pero la sociedad real, la que está viviendo modifica otras posibles
actividades del hombre hasta el punto de que se puede hablar con verdad de una
integración mutua entre persona y sociedad, sin que por ello pierda el hombre su condición de
realidad siempre superior y anterior a la sociedad constituida por él, por muy
poderosas, influyentes o seductoras que sean las condiciones de la sociedad.
El hombre
posee valores personales irrenunciables.
El hombre
por el mero hecho de nacer necesita de los otros: siempre encontramos una
relación con los otros; pero que conste, el hombre tiene una intransferible
individualidad personal.
El hombre
nace persona; este carácter no viene dado por otras personas. Los padres son
los condicionantes para que la persona exista.
Su rango de
persona que el hombre concebido y nacido ostenta es una peculariedad de la
razón, de la inteligencia, de la luz interior que el hombre atesora como propia
y que no es transmitida o engendrada por los padres ni por la sociedad.
De aquí,
los derechos y deberes esenciales y fundamentales del hombre, como son su
libertad interior, su deseo de felicidad, su aspiración a la verdad, su
tendencia hacia el bien no pueden ser entorpecidas por nada ni por nadie; pues
están implícitas en la íntima constitución espiritual del hombre y no debe ser
entretenido por nada ni por nadie para seguirlos y alcanzarlos
La
sociabilidad no se ofrece por sí misma al hombre, y el hombre necesita ser
atendido. No obstante, la sociedad es temporalmente previa a la constitución
normal de la persona en cuanto que el individuo no alcanza la normalidad personal humana, ni cronológicamente
siquiera, si la sociedad no sale a su encuentro y le incorpora.
El hombre
nace menesteroso.
Es un indigente de algo que se permite seguir
siendo lo que es y desarrollándose. Tiene el alma en su sitio.. El alma
espiritual que, en virtud de su propia entidad, organiza el cuerpo
convirtiéndole en cuerpo del hombre, en cuerpo humano y tiende por difusión de
su propia naturaleza a comunicarse, a darse, a entablar relación de
comunicación.
El espíritu
del hombre necesita con quién hablar, porque le nacen ideas dentro y siente
amorosa necesidad de comunicarse; el cuerpo del hombre necesita quién le ofrezca el alimento, porque es débil
para procurárselo.
Entre la
indigencia menesterosa del cuerpo y la abundancia comunicativa del espíritu, el
hombre nace abierto a la sociabilidad como expresión real y esencial de su
carácter personal.
El hombre
es el ser que a la vez que alarga la mano para pedir extiende el alma para dar.
La reunión
de personas humanas para conseguir su
unión moral en BIEN COMÚN, que esto es, en definitiva, la SOCIEDAD.
La sociedad
aparece así como una relación de personas, viviendo de la unión entre ellas,
que permiten sin demasiada impropiedad, que la SOCIEDAD sea denominada
PERSONA MORAL.
La sociedad
no es una entidad que relacione a unas personas con otras para conseguir un fin
o alcanzar un bien, sino que son personas que estrechan entre sí una relación
con ese propósito. La sociedad surge como la expresión de esta relación, y es,
a su vez, una entidad que se revela y subsiste en esa relación y por ella.
Entendida
la sociedad como comunidad de personas, como personas en comunidad, la Sociedad está
fundamentada en la persona humana como ser.
El hombre
está hecho para la SOCIEDAD HUMANA,
sin que la preposición “para” subordine, sino que relaciona y fundamenta la posición.
La Sociedad Humana le debe al
hombre el ser humana. Pues es tal, porque
es de hombres, y la vocación social viene de cada uno de sí mismo. El
carácter de socio no se le atribuye al hombre por estar en sociedad, sino por
ser, en cuanto persona social. El hombre es socio por ser homo. El hombre
considerado como individuo sin vocación es un ser abstracto, irreal,
desexistencializado, desencializado. <el hombre no es un ser estático, sino
más bien dinámico, de empuje vital, de aliento espiritual. En esta
dinamicidad del hombre es donde está el
hombre; y las condiciones de su capacidad son las exigencias de su peculiar
naturaleza. El hombre a donde se dirige, como tal, forma entraña con él en él.
La sociedad
es una de las realidades, como también lo son de otro orden de cosas : la
verdad y la bondad, aún más, aquellas realidades sean en sí mismas
trascendentes a su conocimiento, concretamente, al Creador, Dios y Señor, sin que confundamos con ello los
“trascendentales” del ser con las propiedades o aspiraciones del hombre.
La persona
humana no puede ser trascendida por la sociedad, ya que la sociedad no alcanza
en forma alguna rango superior al que ostentan las personas que la
forman.
El mismo
BIEN COMÚN, mientras no sea opuesto al bien personal, no es más que el bien
personal en cuanto distinto del bien individual. La peculiaridad de la persona
es la que permite hablar de una sociedad personal en la que la conciencia
personal sea la salvaguarda de la
SOCIEDAD misma.
La
moralidad en la que toda norma y ley social tiene su inspiración
y su juez, es atributo personal y no hallazgo social. La persona. En cuanto ser
de valores, es ser social, siendo la Sociedad campo de los valores y la defensa de los
mismos frente a la posible desintegración individual.
El hombre
no es un fin en sí mismo, sino un fin de sí mismo en la perfección de sí mismo.
Todo lo que pueda alcanzar la inteligencia del hombre pertenece, como realidad
o como aspiración, como ideal o como norma, al hombre. Sin esa realidad o sin
esa aspiración, el hombre pierde la característica por la que se distingue en
los demás entes…En su constitución esencial es pertinente esa aspiración , ese
dinamismo, esa actividad. La persona es, por persona, lo más perfecto en la
naturaleza.
La Sociedad debiera ser una
realidad entrañable al hombre y de la que el hombre necesita, o mejor aún, que
el hombre impone, para ser lo que es, para desarrollar todas sus posibilidades,
para adquirir algo que no es. Es, la Sociedad, una proyección
de la persona; una obra arquitectónica, pero no un proyecto extrapersonal.. El
anteproyecto es el hombre; en el hombre, lo social es una autoproyección.
Vayamos
concluyendo. El hombre es social por ser hombre, imagen y semejanza en sí mismo
no de sí mismo, sino de otro Ser.
La Sociedad debe ser gala de
las personas que la componen y no precisamente con tanto ejemplo de nuestros
días, muestra continuada de la imperfección radical. Tantos desvirtuamientos de
la esencia PERSONA-SOCIEDAD. En ella
debiera haber muchos más frutos en los fondos del BIEN COMÚN. No está
sucediendo tales cosas, sino las contrarias. Sucede. Aforamientos,
especulaciones, malversaciones, apropiaciones de la cosa pública, procesos
interminables y nuca recuperan lo que es de todos, banqueros espabilados,
políticos, en estos tiempos, aprovechados de la pela del bien común,
instituciones malparadas. Nada se
respeta con tanto despropósito. Se pondrá respeto a la que es común de todos
los españoles y de las persona en general: aquí y allí, acullá, lejos,
cercano..???
Una
Sociedad en la que los hombres se
pierdan con tantos abusos al BIEN COMÚN, es una sociedad de hombres perdidos y una
sociedad perdida para los hombres, es una Sociedad perdida para sí misma,
durante muchas generaciones como la que
contemplamos en estos años primeros
del siglo XXI.
Cuando se
entabla discusión sobre la primacía de las relaciones personales fundamentales
es claro que la familia, como sociedad, es previa a cualquier forma de
communio. La familia aparece no sólo como
dinamismo del ser humano en sus relaciones connaturales, son como exigencia existencial del ser humano. Es
una relación necesaria hasta tal punto, que a ella está vinculada la dignidad
personal de los hombres. El hombre al desplegarse socialmente en la familia,
reconoce su condicionamiento existencial.
La
libertad, la conciencia de la libertad, pueda ser que se revele entre los hombres, pero no es
la sociedad la que otorga al hombre ni
la libertad que le es propia, ni la conciencia de su poder. La sociedad no
tiene más fuerza que la que las personas poseen en cuanto seres espirituales
libres, responsables, morales. Todo se centra en el hombre.
Cualquier
argumento que arrastre a la sociedad
disolviendo su realidad moral, acabará por privar también a la persona de su
peculiaridad social.
No debe
olvidar nunca: la sociedad es una manifestación connatural de la persona.
La
naturaleza del hombre le permite con excesiva frecuencia de las diversas
geografías el olvido de la perfección que les es propia. Se permite el engaño
sobre los medios conducentes a esa perfección: Olvido y engaño que se
cifran instintivamente en la
desconsideración de su carácter personal en aras de su individualidad. El
hombre articula en la sociedad cuando es el hombre el que da sentido a la
sociedad, cuando es el bien de la persona humana el perseguido por el hombre,
en cuanto social, es decir, que los bienes deben beneficiar a todos los
hombres. SERÍA, ES ABSURDO QUE LOS BIENES COMUNES NO SEAN BIENES PERSONALES. La Sociedad debe COORDINAR Y
HACER FRUCTIFICAR ESOS BIENES COMUNES. Cuando la Sociedad usa del tesoro
de bienes como de una propiedad con los que cumple fines no personales, está
traicionando su propia esencia, DESINTREGRÁNDOSE COMO SOCIEDAD AUTÉNTICAMENTE
HUMANA.
LOS BIENES
PERSONALES SON SIEMPRE BIENES SOCIALES.
La
comunicabilidad de los bienes es una propiedad de los bienes. El carácter difusivo
de los mismos es el que les define como bienes. Cuando un bien no perfecciona y
fructifica, no es ese bien, sino una falsificación. Si la sociedad ignora y se
desatiende de la peculiaridad personal de esos bienes, surge el conflicto
individualista. Cualquier colisión es siempre INJUSTICIA. Y esta injusticia LA
HAN COMETIDO LOS INDIVIDUOS con más
frecuencia que la sociedad y esos mismos individuos han exagerado las posibles
soluciones. Veamos tantos casos de
suprema corrupción en todo este tiempo que transcurre mientras se
escriben estas breves líneas, verano del 2.014.
Por ahora
vamos descansar un poquito de esta sociedad que no se lo cree lo que está
pasando, ha pasado y seguirá pasando, sucediendo, produciéndose, aconteciendo,
acaeciendo…Vean toda la prensa de la nación
señalando todos los focos y tropelías, atropellos, abusos desafueros, y
por qué no, exceso y tiranía.